Feliz de colgarlo aqui..... Cuando no hay nada que decir, es mejor dejar las palabras y buenas letras de otros. Cariño inmenso para todos
Hay una chica en medio de la plaza, sentada, con las rodillas junto al pecho y las manos sobre los zapatos. Alguien diría que eso normal. Y lo es. Pero es que llueve demasiado y las gotas gruesas del otoño hacen daño. La plaza es peatonal. Rodeada de árboles y bancos de madera. Veo a la chica a través de los cristales de una cafetería. A su lado hay algo rectangular, pequeño. Debe ser un móvil. Pienso que quizá se encuentre mal, que le haya pasado algo. Y decido acercarme.No llevo paraguas, entro en la cortina de agua. He dejado mis apuntes y mis libros en la mesa de la cafetería. Cuando llego a su lado ya estoy tan mojado como ella. Me siento junto a ella, la miro con los ojos entornados y llenos de agua. La chica levanta la cabeza, me sonríe y me dice:-No me ha llamado.-¿Y quién tenía que llamarte?-Él. Sabes, me lo prometió. Y yo me lo creí.-A veces esas cosas pasan. No hay que tomarse el amor muy en serio.-Pero es que llueve demasiado y yo no puedo más.-Siempre va a llover demasiado. Ni tú ni yo podremos evitarlo.-Tengo la boca llena de agua. Quiero beberme toda esta lluvia. Quiero llenarme de lo que nunca tendré.-Tal vez nunca tengamos nada -le digo-, no hay que empeñarse en tenerlo todo.-¿Tú tampoco tienes lo que quieres, verdad?No sé qué decirle. Yo sólo quería rescatarla de la lluvia. Sacarla de este intenso aguacero. Y ahora estoy tan atrapado como ella.-¿Por qué no me contestas? -me pregunta.-Lo siento. Creo que es mejor que me vaya.-No, no. Quédate. Mójate conmigo. Quédate hasta que deje de llover. Hasta que suene ese maldito teléfono y yo pueda decirle que se acabó. Prefiero que mi corazón se deshaga en el agua de la lluvia antes que en su boca. ¿Tu corazón también es de azúcar?-Probablemente.-Entonces quédate conmigo y que el tuyo también se deshaga poco a poco en la soledad de esta placita.-¿Y qué haremos luego sin corazones? -le pregunto.-Tendremos que buscar otros. No te preocupes. Hay muchos palpitando en cualquier parte. Ahora sólo tienes que dejar que la lluvia se lleve los nuestros. Y luego habrá que tener paciencia. Mucha paciencia.Tumbados sobre el asfalto nos ponemos de lado. Encogidos. Con la caras pegadas y los ojos apretados. Sin darme cuenta enlazo mis manos a las suyas. Siento sus yemas deslizarse primero por mi pecho y luego por el suyo. Después me acerca su dedo índice a la boca y me dice:-Dime, a qué sabe.-A azúcar -le digo mientras siento el calor de su yema.-Entonces, todavía es pronto para irnos y encontrar un nuevo corazón.
Sergio Llorens
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