En las afueras del pueblo y más allá de las mansiones de algunos ricachones limeños y terrenos rústicos de los alternativos uno se encuentra de pronto en la campiña y en un paisaje muy antiguo, muy lejos de la ciudad y del mundanal ruido. Las lomas siguen cubiertas por un delicado manto de vegetación, que aparece cada año gracias a la concentrada humedad durante los meses de invierno. Y en esta difuminada luz primaveral, los matices que adoptaban colinas, campos y lomas me parecieron aún más delicados, como vistos a través de una fina tela de seda.
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